Una de las experiencias más enriquecedoras que he podido tener a lo largo de mi carrera en la industria relojera son las visitas a las manufacturas de las marcas con mayor prestigio a nivel mundial. Un universo ante tus ojos.
Visitar la Manufactura de Jaeger-LeCoultre es una de esas cosas que todo relojero debería hacer al menos una vez en su vida. Conocer los cuarteles de Jaeger-LeCoultre es una experiencia, hablamos de una de las marcas de relojes más legendarias, los libros registran su historia desde 1833.
Imagina las montañas del Jura, un hombre llamado Antoine LeCoultre revolucionó el arte de la relojería y convirtió el Valle de Joux en la cuna de la fina Suiza, ahí, bajo la mirada visionaria y sus extraordinarias capacidades lo llevaron a establecer la Manufactura en un pequeño pueblo de Le Sentier, Suiza.
El lugar perfecto para crear e inspirarse, los paisajes ya son dopamina pura que ejerce su poder sobre los relojeros expertos. Llegar ahí fue un viaje placentero, después de vivir en la Ciudad de México con más de 20 millones de habitantes, llegaba a un lugar con una población de 3.000 personas, de solo pensarlo ya me relajé.
Desde la ciudad de Ginebra (aproximadamente una hora de viaje) llegamos a un paraíso invernal con cielos azules y la vista natural más espectacular, eso incluye el edificio de la manufactura, construído en 1866 por Antoine LeCoultre, el mismo lugar dónde comenzó la historia de éxito de Jaeger-LeCoultre.
Claramente el edificio ha tenido modificaciones, algunas extensiones se han ido con construyendo con el paso de los años y por una necesidad de expansión, la misma que hemos visto en la conquista de mercados.
Hoy, la manufactura cuenta con 25.000 metros cuadrados, casi 1300 empleados que trabajan para generar una producción de casi 100,000 relojes al año. Por supuesto que entre el equipo se encuentran relojeros expertos de alto nivel que se concentran en las Grandes Complicaciones, exacto, como un Reverso Gyrotourbillon o un Duomètre Sphérotourbillon, entre otros.
La magia se siente en cada metro cuadrado, la sobriedad y elegancia de los relojes también se respira en los talleres. Relojes de pared que marcan el tic tac y nos recuerdan la importancia de cada momento, estar ahí, ¡ese era mi momento!
Las vistas a las montañas del Jura, vacas, un sol brillante y una vida apetecible, son los elementos justos para crear un universo mecánico o artístico en miniatura.
Recorrer los diferentes departamentos y cada área de fabricación fue revelador para entender el valor emocional de un reloj.
Los componentes se fabrican mediante máquinas troqueladoras, imagina que con una máquina de este tipo puede alcanzar una presión de hasta 1,5 toneladas. ¿Qué hace Jaeger-LeCoultre? Prácticamente todo, desde una rueda hasta los barriletes, palancas, cajas, todo. Es por ello que conserva su autonomía y el placer de la independencia en ese sentido. A esto se le llama manufactura, hoy en día, ésta es una palabra que se ha desvirtuado demasiado.
Ser testigo del control de calidad es inquietante, todo lo que se fabrica tiene que cumplir los estándares de calidad. Por cierto, los pequeños componentes que no pasan esas exigentes pruebas, pasan a manos de los visitantes como un emocionante recuerdo de la visita a la manufactura.
El ensamblado es un proceso crucial para darle vida a un movimiento, para ello se requieres de habilidades es específicas con la finalidad de lograr un máquina del tiempo perfecta. Si hablamos de decoración de calibres es otro espectáculo, algunos de ellos son realizados a mano.
Por ejemplo, el granulado circular o “perlado” se realiza a mano con la ayuda de una herramienta de hilado especial. Cuando el relojero baja la punta de dicha herramienta de hilar, la punta crea un patrón circular que se va superponiendo una a una y de forma repetitiva hasta que las distintas placas quedan totalmente decoradas con ‘perlage’.
Por otro lado, los bordes biselados de los puentes también se pulen a mano con la ayuda de un microscopio.
Las joyas también son un departamento que se convierte en un deleite. Imagina pequeñas piedras colocadas delicadamente en el movimiento, claramente con ayuda de un microscopio se van poniendo una por una con la ayuda de presión que ejerce el relojero.
No puede concluir el proceso si no hablamos de la decoración. El Reverso (modelo por el cual siento un significativo aprecio) se convierte en un lienzo de arte miniaturizado que se aprecia bajo una lupa, no imaginas el nivel de detalle.
Sobra decir que todos los relojes una vez terminados se someten a un control final de 1000 horas, éste es un proceso por el cual ha ganado fama la casa relojera.
¡Ah! También pudimos apreciar la sala en donde se fabrican los Atmos, las Grandes Complicaciones y obviamente, el Museo de Jaeger-LeCoultre, lugar donde se resguardan los testigos de su historia.
No se me puede olvidar antes de concluir este artículo, el Atelier des Métiers d’Art es impresionante. Ahí es donde se crean las piezas más especiales, como el nombre lo indica, es una manifestación de arte a través de carátulas pintadas a mano, grabados, engastado, en fin, los oficios relojeros que pocos dominan en la actualidad.
¿Por qué es tan caro un reloj? La respuesta está en la parte superior de esta nota.